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‘La capital Mundial de las Alfombras’ ahora es la ‘Ciudad del Fútbol en EE. UU.’

DALTON, Georgia — Las personas mayores suelen ser blancas y llevan cajas de pizza y asientos portátiles para apoyar a sus equipos. Las madres jóvenes son principalmente hispanas y algunas abrazan a sus bebés dormidos contra el pecho. Los estudiantes y los padres también asisten. La mayoría del condado de Whitfield se reunió en el estadio Bill Chappell para el evento de la primavera: el clásico, el partido de fútbol masculino anual entre los rivales del condado, las secundarias Dalton High School y Southeast Whitfield High School.

El juego es una celebración de fútbol de alto nivel: cada uno de los equipos reina como campeón estatal en su categoría y está clasificado entre los diez mejores a nivel nacional. Sin embargo, el juego tiene una importancia más profunda: muestra cómo la inmigración y un balón de fútbol blanco y negro han transformado esta ciudad ubicada en las faldas de los Apalaches en Georgia.

Para entender en qué se ha convertido este lugar, basta fijarse en el campo de fútbol, donde durante 80 minutos los dos equipos representaron un ballet frenético, en el que el balón salía disparado de un pie al que parecía estar pegado con velcro a otro con las mismas características. La única persona que no era latina en cualquiera de los dos equipos era el entrenador de Dalton, Matt Cheaves, quien llegó hace 28 años para evangelizar por el fútbol y encontró sus discípulos en los inmigrantes de primera generación que crecieron con el juego.

Se calcula que 2800 personas acudieron a ver a los Dalton Catamounts enfrentarse a los Raiders de Southeast Whitfield en marzo. Matt Cheaves, el entrenador de los Catamounts, ha contribuido a popularizar el fútbol en un estado donde reina el fútbol americano.

Para ver la influencia del deporte basta con sintonizar Monday Night Fútbol, un programa de resúmenes de partidos de escuelas secundarias en WDNN, o ver el mural que se encuentra al costado del Oakwood Café, con la historia ilustrada de Dalton, una ciudad que desde hace tiempo es conocida como la “Capital Mundial de las Alfombras” (más del 80 por ciento de las alfombras de nudo hechas en Estados Unidos se produce en Dalton y sus alrededores). Catherine Evans Whitener, a quien se le llama la “Primera Dama de las Alfombras en Dalton”, está representada en el mural, pero también aparece un arquero de fútbol.

O también se puede visitar el parque James Brown, donde “las jaulas”, como se les conoce a las canchas de tenis readaptadas, están llenas de niños de 6, 8 y 10 años que juegan partidos trepidantes de fútbol a cinco goles. El ganador sigue jugando.

Tan solo después de ver todo eso se puede comprender cómo esta ciudad de casi 35.000 habitantes —en la actualidad, un 53 por ciento son hispanos— se convirtió en un centro inesperado de la lenta inclinación de Estados Unidos hacia el fútbol y por qué ahora se le llama la “Ciudad del Fútbol en Estados Unidos”.

Es posible que no sea tan ostentoso como el título de “hogar de más millonarios per cápita que cualquier otra ciudad de Estados Unidos”, que Dalton ostentaba en la década de 1970. No es tan sexy como “la ciudad natal de las rubias fatales”, como lo proclamó un titular de The Washington Post en 1990 cuando una de sus hijas favoritas, Marla Maples, se relacionó con un promotor inmobiliario neoyorquino llamado Donald Trump, quien estaba casado.

Sin embargo, esta nueva identidad se ganó a pulso, no solo en los campos de fútbol, sino también en las fábricas, los ayuntamientos y los barrios cuya demografía se vio alterada.

“Vinimos a trabajar en las fábricas”, comentó Juan Azua, un consultor de servicios cuyos familiares forman parte de la primera media docena de familias hispanas que llegaron en la década de 1970. “Mis padres llamaron a sus hermanos y primos y les dijeron que aquí había trabajo. De la nada, bum, otra ola arrasó con la ciudad y siguieron llegando”.

Una parte de un mural pintado por Mayelli Meza en DaltonCredit…Audra Melton para The New York Times

Los trabajadores inmigrantes que se requirieron en las fábricas en tiempos de bonanza no fueron tan bienvenidos cuando los puestos de trabajo comenzaron a escasear. Tras la Gran Recesión, Georgia aprobó una ley para crear la Junta de Revisión de la Aplicación de la Ley de Inmigración con el fin de investigar las quejas de los ciudadanos sobre los municipios que no aplicaban las leyes. Los alguaciles utilizaban los retenes de carretera para atrapar a las personas indocumentadas y entregarlas al gobierno federal para su deportación.

America Gruner, presidenta de la Coalición de Líderes Latinos de Dalton, dijo que cientos de familias indocumentadas abandonaron la ciudad entre 2009 y 2012. El 30 por ciento de la población hispana sigue sin autorización, dijo.

“Era una especie de pueblo fantasma porque la gente tenía miedo de ser parada, detenida y deportada”, dijo Gruner. “Era más duro para los niños, que tenían miedo de que sus padres fueran expulsados del país y ellos tuvieran que quedarse aquí”.

Desde entonces, Georgia ha abandonado la Junta de Revisión de la Aplicación de la Ley de Inmigración, pero Gruner dijo que los sentimientos antiinmigrantes persisten en el condado de Whitfield, donde Trump ganó el 70 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales de 2016 y 2020.

Sin embargo, hay victorias: Dalton recientemente inició la construcción de un complejo de fútbol con dos campos de césped del tamaño reglamentario de la FIFA.

“No podía imaginar que se construyera un campo de fútbol hace un par de años”, dijo Gruner. “Vimos el sentimiento antiinmigrante en el deporte y en nuestra cultura. Está cambiando poco a poco. No es perfecto. Nos queda un largo camino por recorrer. Pero hay más comprensión”.

Talento, velocidad, ética de trabajo

En marzo, casi 2800 personas se reunieron en una cálida noche de jueves para ver cómo los Catamounts de la secundaria Dalton High School se enfrentaban a los Raiders de la secundaria Southeast Whitfield High School. Por supuesto que el clásico más famoso es cualquier partido entre el FC Barcelona y el Real Madrid, pero la rivalidad aquí también es intensa y enfrenta a primos con primos y a compañeros del mismo club.

Antes del juego, Cheaves es una presencia reconfortante para sus jugadores desde la línea de banda. Lleva la visera de una gorra hacia abajo y pronuncia suavemente sus palabras de aliento con un tono sureño. Se enamoró del fútbol cuando tenía 5 años y jugó en el bachillerato y a nivel de clubes universitarios.

“La primera vez que pateé el balón me pareció increíble”, comentó Cheaves. “Era bueno y pensaba que podía contribuir en algo”.

Cheaves llegó en el verano de 1994 con un título de licenciatura en Educación Física y de la Salud de la Universidad de West Georgia. Tenía la esperanza de hacer la diferencia como entrenador de fútbol, lo cual lo distinguía en un estado donde reina el fútbol americano.

Los Catamounts en el vestuario antes del partido

“Crecí con entrenadores viejos que te decían que estabas jugando un deporte de comunistas”, dijo Cheaves.

A unos días de su llegada, descubrió la Dalton Soccer League, conocida de manera informal como la liga mexicana. En un campo cerca de la escuela secundaria, Cheaves observó a dos equipos de estudiantes intercambiar pases estupendos como si la pelota estuviera amarrada a una cuerda.

“Había talento, velocidad de sobra y una ética de trabajo”, mencionó. “No tuve que desarrollar habilidades fundamentales, sino mantener la intensidad”.

El desafío era que compitieran en nombre del equipo del bachillerato.

En el primer equipo de Cheaves, había seis jugadores hispanos. Uno era Roy Alvarran, de 43 años, un hijo de trabajadores migrantes que recogían naranjas y duraznos por 50 centavos de dólar la bolsa antes de encontrar un trabajo regular y asalariado en Dalton. Alvarran amaba el fútbol, pero sintió la presión de seguir lo que definió como “la ruta mexicana”. Los deportes de bachillerato y las ambiciones universitarias no estaban en esa ruta, señaló.

“Terminas la escuela, te casas, tienes un hijo a los 18 o 19 años y te vas a trabajar a la fábrica de alfombras”, comentó Alvarran. “La ruta mexicana… esa fue la que tomé”.

Alvarran, Azua y otro amigo, Todd Hudgins, son los historiadores no oficiales del fútbol en el condado de Whitfield. Compitieron entre sí en la secundaria: Azua jugaba para los Raiders y Hudgins, para Northwest Whitfield High School. Juntos son los presentadores de Monday Night Fútbol.

De izquierda a derecha, Todd Hudgins, Juan Azua y Roy Alvarran, que jugaron al fútbol en la secundaria, presentan ahora un programa de fútbol en una emisora local.

Recargados en la valla metálica de la línea lateral, los amigos seguían compitiendo mientras recordaban.

“Las últimas tres veces que jugamos contra Dalton terminamos empatados”, dijo Azua, cuyo primo es el director técnico del equipo de Southeast Whitfield.

“Un empate es como una derrota para nosotros”, respondió Alvarran, actual presidente de la Dalton Soccer League.

La historia de la escuela Dalton High School es rica. Los Catamounts llegaron a las eliminatorias en la primera temporada de Cheaves y Alvarran. Al año siguiente, unos cuantos jugadores hispanos más se presentaron a las pruebas, y unos cuantos más cada año después. En 2003, Dalton ganó el primer campeonato estatal de fútbol de la escuela con un equipo totalmente hispano.

Las victorias se fueron acumulando: en la era Cheaves, Dalton tiene 436-59-19.

También los títulos estatales: los Catamounts acumularon un total de 64-0 durante tres temporadas invictas que terminaron con títulos en 2013, 2014 y 2015. En 2019, estuvieron invictos en 23 partidos, consiguiendo su quinto título y terminando la temporada en el puesto número uno a nivel nacional. La COVID-19 terminó la temporada 2020, pero Dalton volvió el año pasado para sumar un sexto campeonato.

En el camino, Cheaves dejó pasar oportunidades para irse a trabajos mejores. “No quería ir de un lugar a otro”, dijo. “Quería marcar la diferencia en una vida. Me gusta ver a los chicos de la ciudad y lo que han hecho”.

El éxito del programa de fútbol de Dalton ha transformado las expectativas más allá del campo de juego.

La rivalidad entre los dos equipos enfrenta a primos contra primos y a compañeros del del club contra compañeros del club.

En los últimos cuatro años, Dalton ha logrado que más de una decena de jugadores ganen becas para la universidad, entre ellos uno que fue a la Universidad de Wake Forest.

El hijo de Alvarran, Jacob, futbolista de último año con los Catamounts, espera jugar en la Universidad Estatal de Dalton. Roy Alvarran nunca fue a la universidad, pero dejó las fábricas y ahora vende seguros.

“Quiero que siga en la escuela, no que dé el salto a la fábrica de alfombras”, comentó Alvarran. “No puedes hablar mal de las fábricas porque ahí ganan más de 15 dólares la hora. Salvaron a mi familia, pero hay otras formas de ganar dinero”.

La estabilidad que ofrece un pago regular en empresas como Shaw y Mohawk Industries es un poderoso incentivo para que los habitantes más nuevos de Dalton se queden. Sin embargo, ahora muchos están enfocados en un camino distinto.

“Todos los chicos en este campo podrían jugar en la universidad en cierto nivel”, comentó Azua. “Todos tienen la oportunidad. La duda es si aceptarán esa oferta. Y si sus padres se los permitirán”.

Unir a la comunidad

“Nuestra comunidad”, el mural ubicado a un costado del Oakwood Café en el centro de Dalton, es obra de Mayelli Meza, cuya familia migró de México. Fue develado a inicios de marzo después de que la artista pasó cuatro meses sobre una escalera con una brocha en mano. El encargo de Meza era retratar el pasado, el presente y el futuro de Dalton.

La muralista Mayelli Meza, su esposo, Manny, y su hijo Andree después del partidoCredit…Audra Melton para The New York Times
El mural de Meza en el Café Oakwood representa el pasado, el presente y el futuro de la ciudad.Credit…Audra Melton para The New York Times

En el mural aparecen la Primera Dama de las Alfombras; rollos de alfombras; un hombre en un kayak, por el amor que tiene la ciudad por las actividades al aire libre, y un tren, por el efecto que tuvieron las vías férreas en la expansión de la industria textil multimillonaria de Georgia.

Dos elementos prominentes son más personales para Meza. Para evocar la diversidad y el empoderamiento femenino que se están arraigando en su ciudad, incluyó a chicas adolescentes blancas, negras, hispanas, indias y asiáticas.

Luego está el arquero adolescente.

“Ese es mi hijo, Isaac”, comentó Meza, quien observaba nerviosa desde la reja cómo pasaban los últimos minutos de este clásico.

Con sus atajadas y desvíos de último minuto, Isaac Meza se anticipó a los Raiders durante 78 minutos y Dalton High School logró estar al frente 3-1. No obstante, Southeast Whitfield no se dio por vencido y, a falta de un minuto y 14 segundos, Nathan Villanueva de los Raiders entró por detrás de la defensa de Dalton. Meza achicó, pero el balón le pasó al lado.

Su madre gesticuló y la tribuna de Southeast Whitfield hizo erupción: el marcador era 3-2 y los Raiders seguían con vida.

A 18 segundos del fin del encuentro, Ángel García, de los Raiders, se dispuso a cobrar un tiro libre. García superó la barrera de centinelas de los Catamounts que estaban parados enfrente del arco. El balón tomó efecto hacia la izquierda. Meza saltó. Rozó con los dedos la bola, pero esta se incrustó suavemente en el ángulo superior de la red.

En la jerga futbolística, García la puso donde las arañas tejen su nido.

Los estudiantes de secundaria, de ascendencia mexicana, buscan nuevas oportunidades más allá de las fábricas locales de Dalton.

Mayelli Meza se dirigió a abrazar a su inspiración. Por cuarta vez consecutiva, el clásico había terminado en empate.

A la mañana siguiente, Alvarran se las arregló para mantenerse de buen humor. No fue el final triunfal que había esperado. En cambio, fue un final perfecto para los habitantes de Ciudad del Fútbol en Estados Unidos.

“Tendré que oír que empatamos durante todo un año”, dijo. “Este partido es lo que esperamos cada temporada, y los chicos de ambos equipos nunca nos fallan. Ambos equipos son muy buenos, pero cuando juegan entre sí, sacan lo mejor de sí mismos. Espero que hayan podido ver cómo esta rivalidad se juega con tanta pasión, pero también cómo une a nuestra comunidad”.

Joe Drape lleva escribiendo sobre la intersección de los deportes, la cultura y el dinero desde que llegó al Times en 1998. También ha seguido estas líneas informativas como autor de dos libros de gran éxito. @joedrape


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